Los Juegos Olímpicos de 2016 fueron a parar a Rio de Janeiro, dejando a Madrid otra vez con las ganas. Como excusa española se habla de que su proyecto era el mejor, pero que han influido cuestiones geopolíticas, como dar a Sudamérica sus primeros Juegos Olímpicos, en el afán universalizador del deporte, algo parecido a lo del Mundial en Sudáfrica, junto a la mejor labor diplomática brasileña encabezada por el carismático Lula. Quizá también se haya subestimado algo la capacidad brasileña, uno de los países con la economía más emergente y con una gran capacidad humana y de recursos naturales.
En fin,
personalmente me alegro por varias razones, básicamente
las mismas que expuse hace un tiempo, y que no tienen que ver con cuestiones
identitarias como
burdamente se hace ver a quién se opone, sino con razones de justicia social. Además tengo alguna razón afectiva personal para alegrarme de que se las den a Brasil.
En torno a los triunfos de los deportistas españoles se ha generado un
papanatismo, empleado para enaltecer y promocionar el espíritu patriótico español. Un empleo del deporte con fines políticos al que no me opongo, a fin de cuentas para mi son cuestiones inseparables, sino que digan que no lo hacen y además acusen a otros de ello. También es triste que haya quienes ahora con estos triunfos se sienta más español o más orgulloso de
serlo que antes. Todos se suman al carro ganador. En medio de este clima de euforia deportiva es sencillo promocionar una candidatura olímpica que acabe siendo el éxtasis colectivo de esta época. Los triunfos deportivos no dejan además de ser un aval a la candidatura desde el punto de vista moral. Unos deportistas a los que habría que pedirles el mismo entusiasmo para mejorar la sociedad. Una candidatura donde cabe hasta el nepotismo de
Coghen con su hija.
Los triunfos deportivos y la ilusión por los grandes acontecimientos, los Juegos Olímpicos en este caso, son elementos que alienan a la sociedad, la hacen olvidarse de la unión para causas más importantes y para olvidarse de las
dificultades de la crisis. Vaya, para temas culturales sacan
manidamente que hay cosas más importantes. ¿Cuál es el coste de los Juegos Olímpicos? Te dirán que no va a ser como en
Atenas, un fiasco económico, sino que lo que se invierta se va a recuperar con creces. Algo de lo que
razonablemente se puede dudar. ¿Se puede pagar todo ésto en la situación económica actual? ¿No hay
verdaderamente necesidades sociales más urgentes? Más en un
ayuntamiento y una comunidad, Madrid, que figuran entre los más endeudados de España. Pero resulta que va
a ser tal acontecimiento que toda España se verá beneficiada a pesar de que casi todas las inversiones se
focalicen en la capital. Un dinero que saldrá de todos. Gracias al
papanatismo no habrá problema en financiar, mientras
reivindicaciones históricas siguen año tras año.
Me molesta que desde los poderes fácticos e insisto en el
papanatismo, se obligue al pensamiento único. Mientras las
reivindicaciones y necesidades que he citado antes son soslayadas. Llegando a ver escenas
esperpénticas de llanto entre una población que debería estar más pendiente de las verdaderas necesidades. O quizá sea que las desconocen. Con lemas absurdos como
Tengo una corazonada (
cabezonada). Y no de financiar un gigantesco negocio que es en lo que han convertido la celebración de los Juegos Olímpicos. Lo mismo que traer acontecimientos deportivos a Madrid, en base a poner más dinero como el torneo de tenis, o con esos palcos que detesto para que la gente adinerada se deje ver y ya de paso caiga algún
negociete, tanto en el tenis como en el pasado
Eurobasket. Quitando localidades a los verdaderos aficionados al deporte, pues esos palcos están vacíos cuando no hay deportistas españoles en la cancha.