lunes, 2 de noviembre de 2009

¿La lengua legítima?

Si había alguien capaz de superar las sandeces de Hipólito ese alguien debía de militar en UPyD. Concretamente esta lumbrera se llama Juan Francisco Sánchez y es el responsable de estudios y programas en Aragón, tarea para la que demuestra estar plenamente capacitado en esta sucesión de incoherencias, mentiras y desconocimiento que no puede denominarse artículo. El españolismo xenófobo, imperialista y que desprecia la cultura de los demás aparece reflejado. Provocando la intolerancia y dificultando la convivencia.

Pocas veces en política la utilización de las palabras es el resultado de una elección inocente, y el caso que nos ocupa no constituye una excepción. El término lengua propia es un concepto con connotaciones claramente xenófobas. Porque lo que a través de él se pretende resaltar no es el carácter autóctono de un idioma en un territorio determinado, sino la naturaleza identitaria de ese vehículo de comunicación. Claro está que la existencia de una o varias lenguas propias en un territorio dado sólo tiene sentido si, frente a ellas, aparece un idioma ajeno (el castellano, obviamente) al que, como si de un huésped molesto se tratara, conviene recordar en todo momento quién es el verdadero dueño de la casa.

Efectivamente, como que se llama español a la lengua castellana. Como si fuera la natural de España y las demás fueran mero folklore y lenguas menores que diría Hipólito. Con ello buscan crear una unidad nacional a través de la lengua, justo lo que cínicamente critican a los demás, confundiendo lengua y nación. La lengua propia simplemente es la originaria de ese lugar, en este caso el aragonés y el catalán, y no quita para que con el paso de los siglos el castellano sea la lengua materna de la mayoría de aragoneses. Sólo los necios o malintencionados pueden ver xenofobia en lo que no es más que una constatación histórica. La lengua castellana por mucho que le moleste es ajena a Aragón hasta entrado el siglo XV con la llegada de la dinastía castellana de los Trastamara. Es lamentable observar como de sensibles a su identidad y su lengua son los llamados no nacionalistas. Frente al desprecio que ejercen con los demás y su idea de imposición, sólo hay que ver el título de su morralla.

Pero si la apelación al sentimiento patriótico no resulta del todo convincente, ¿por qué no presentarse además como víctima? Es aquí donde entra en juego otro concepto que, si bien no se menciona de forma expresa en la citada Proposición de Ley, subyace en ese intervencionismo extremo que revelan tanto la exposición de motivos como el articulado. Estamos hablando de la noción de lengua o lenguas minorizadas, idiomas a los que, supuestamente, la acción premeditada de Estados poderosos han reducido a una posición marginal.

¿Por qué no cita ese articulado? Deja la mierda que algo queda, cuando se trata de una ley de mínimos. Lo que llama victimizarse es la situación de discriminación lingüística que padecen los hablantes de aragonés y catalán en Aragón, que no tienen ninguna defensa ni derechos. Supuestamente, podemos hacer un recorrido histórico sólo desde la dictadura de Primo de Rivera, la II República o el franquismo, donde estas lenguas estuvieron perseguidas y ridiculizadas. Algunos mayores y no tanto, pueden dar fe de ello en su etapa escolar si no ibas hablando castellano. Sin menoscabo de un proceso histórico que ha determinado la preeminencia del castellano, pero que no conviene olvidar lo otro.

Creo llegado el tiempo de decir que los dos conceptos anteriores, aplicados al caso concreto de nuestra región, constituyen una inmensa patraña. Ni el castellano puede ser considerado, desde fines de la Edad Media al menos, una lengua ajena a Aragón ni la decadencia del romance medieval aragonés estuvo vinculada a disposiciones legales o de otra índole que coartaran su uso a lo largo del tiempo.

Lección de historia gratuita de esta mente privilegiada. Ya el término región, aparte que no figura en el estatuto, implica un menosprecio frente a la única nación, la española. Ni siquiera es capaz de citar el acontecimiento histórico que lo hizo posible, el Compromiso de Caspe, no confunda ajena con propia. ¿Qué es el romance medieval aragonés? ¿Por qué no denomina romance medieval castellano igualmente? Vamos, que el castellano se hiciera la lengua de la corte y sustituyera la latín, catalán, occitano y aragonés en la chancillería no parece que tenga que ver con disposiciones legales. En la mente de un españolista no es más que la predeterminación histórica, un proceso que lleva la situación a su estado natural. Las persecuciones posteriores tampoco influyeron. Ni la ridiculización que sufre desde el siglo XIX como sinónimo de brutalidad y falta de cultura en el nefasto baturrismo.

Ningún aragonés medianamente culto dejará de ver en el intento de conservar las hablas vernáculas de su región un propósito noble. Pero nadie que no sea un perfecto orate puede sostener que ello debe hacerse aun a costa de relegar el idioma común de los españoles poco menos que a la condición de lengua extranjera. Mantener la distinción entre lenguas propias y castellano es algo que muchos aragoneses juzgamos un doble agravio, a la sensibilidad y a la inteligencia, a la vez que un peligroso sofisma con el que, antes o después, se puede llegar a justificar en Aragón la misma restricción de derechos que soportan hace ya tiempo los castellanohablantes en otros territorios.

Como la purria que pulula en UPyD. No hacen más que menospreciar pero dicen que protegen las hablas, la lengua sólo puede ser definida así el castellano. Lo de esa coletilla de relegar al castellano, la lengua del imperio, es que no cabe en una mente normal. Tampoco cita qué parte de la ley lo provoca. Ni cómo menos de un 10% de la población puede acabar con la lengua que habla el 100% incluidos ellos mismos. Como no cita la clarísima discriminación en otros territorios. Eso no se duda.

El español lleva siendo desde hace casi cinco siglos la lengua mayoritaria de nuestra región, la que han utilizado nuestros mejores escritores y hombres de ciencia y la que emplea en la actualidad como idioma materno más del 90% de la población. No parece, pues, improcedente recordar que cuenta con sobrados títulos para que se le reconozca no sólo como idioma oficial, sino también como lengua legítima ("cierta, genuina y verdadera", según el Diccionario académico) de los aragoneses.

Nadie lo duda, por eso precisamente hay que apoyar a las lenguas minoritarias. Nuevamente intenta dar una superioridad moral e intelectual a una lengua, cuando sólo fue el vehículo de expresión, quizá con unas circunstancias históricas diferentes lo habrían expresado en aragonés, como sí lo pudo hacer Johan Ferrández d'Heredia personaje histórico que estoy casi seguro que desconoce. Si quiere ser la lengua legítima se lo podemos cambiar por la oficialidad, pero lo quieren todo los colonos. La verdadera, el término que les gusta emplear, no necesitan argumentar más, la verdadera nación, la verdadera lengua, la verdadera imbecilidad.

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