Narcís Prat. 22/05/2008
¿Sequía? ¿Qué sequía?
• El riesgo de desabastecimiento antes del 2009 es menor que el riesgo de ruptura social en Catalunya
Un visitante que llegara hoy a Catalunya y la recorriera visitando primero el Montseny, luego se dirigiera al Cadí, desde allí bajara por el Segre y volviera a Barcelona cruzando la Segarra, al ser informado al final de su recorrido de que el principal problema de los catalanes es hoy la sequía, preguntaría intrigado: "¿Qué sequía? He visto los ríos con buen caudal, las fuentes brotando, las plantas floreciendo, los campos verdes... ¿Dónde está la sequía?". En Catalunya no hay sequía. Si los embalses no se han llenado lo suficiente para el consumo humano futuro no es ya por la sequía: es un problema de gestión.
Es decir: el problema es el riesgo de cortes de agua en la región metropolitana en una fecha anterior al mes de mayo del 2009. No hablemos, pues, más de una sequía que es inexistente. Hablemos de un riesgo... ¿realmente grave? La gestión del riesgo no se puede hacer desde la búsqueda de la certeza absoluta de que algo no va a suceder. Eso es imposible, y sin embargo es lo que están haciendo los gobiernos catalán y español con la hipótesis de que no va a llover más. Y para minimizar un riesgo físico (la falta de agua) están generando un peligro mucho mayor: la fractura de la sociedad catalana en dos: los pro y los antitrasvase del Ebro.
La gestión sostenible del agua requiere evaluar los riesgos teniendo en cuenta tanto la garantía del recurso como la sostenibilidad ambiental y los aspectos socioeconómicos. El problema del abastecimiento urbano de Barcelona se ve, por parte de los gobiernos central y autonómico, únicamente desde el primer punto de vista, y en cambio está generando un riesgo muy grande de bancarrota económica y de desafección social hacia la política que no se percibe.
Pero, realmente, ¿el riesgo de desabastecimiento es tan grande?
En estos momentos han entrado ya en los embalses de las cuencas internas de Catalunya más de 60 hectómetros cúbicos de agua, una cantidad superior a los hectómetros cúbicos que el futuro microtrasvase del Ebro puede proporcionar antes de mayo del 2009. Por lo tanto, el decreto ley que lo permite debería ser suspendido ya, y la obra, anulada. Por otra parte, las previsiones meteorológicas a medio plazo señalan que el año 2008 será húmedo, con precipitaciones superiores a la media. Por lo tanto, la suposición de que no va a llover más hasta mayo del 2009 tiene una probabilidad muy baja de convertirse en realidad, y deberíamos aceptar como hipótesis que llegará agua a los embalses antes de mayo del 2009, y no solamente que no lloverá nada.
Cada vez hay menos riesgo de desabastecimiento antes de la fecha fatídica, mientras que cada vez el riesgo de confrontación social es mayor si se insiste en un microtrasvase costoso e innecesario. ¿Cuál de los dos riesgos es el peor? Un partido que gobernó en Catalunya durante casi un cuarto de siglo perdió el poder por minimizar el riesgo social. Además, económicamente este trasvase es una ruina, y muy ineficiente. Haciendo una inversión de 90 millones de euros (la mitad de lo que se ha presupuestado que costará la tubería) sería posible construir un tratamiento terciario en la depuradora del Besòs y todas las conducciones necesarias para establecer en el llano de Barcelona y en la cubeta de la Llagosta un sistema de reutilización de las aguas que podría proveer a la zona con más agua que la que les va a proporcionar el trasvase que la transportará de forma puntual.
Esta sería una infraestructura permanente que podría trabajar siempre. Y aún se dispondría de otros 90 millones de euros para acometer otras obras necesarias. Además, con esta opción, se invertiría en tecnologías de última generación, no solo en una tubería que no aporta nada a la innovación, una palabra muy en boga en los programas políticos y a la que se apuntan los países que miran al siglo XXI. Ofrézcase a las empresas a las que se han prometido los millones del microtrasvase el cambio de cromos, innovación en lugar de tuberías en el ciclo del agua, y todos ganaremos.
Es una lástima que la administración del agua en Catalunya, una comunidad que lo había hecho medianamente bien hasta el presente y que parecía que realmente se creía lo de la sostenibilidad ambiental y la nueva cultura del agua, ahora se vea cuestionada por la vieja cultura del hormigón, en la que los problemas se tratan de solucionar mediante tuberías, sin consenso social y sin racionalidad econó- mica, justo al revés de lo que exige la directiva marco del agua.
Pero todavía podemos recuperar el tiempo perdido: anúlese este maldito microtrasvase, recupérese el consenso social en la mesa nacional de la sequía y demuéstrese que es posible poner en marcha un modelo diferente de gestión del agua en Catalunya.
Catedrático de Ecología de la Universitat de Barcelona
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