En Aragón podemos pasar de paisajes áridos a arbolados en pocos kilómetros. Me apetecía ir a ver el embalse de La Loteta, aunque no llegué a acercarme a la orilla. Está enclavado en un secarral cercano a Magallón, cercano a una ermita donde cada año el último sábado de mayo se realiza una romería a San Sebastián. La ermita barroca no tiene un interés especial. Pero sí unas pinturas barrocas pertenecientes al retablo de San Sebastián, actualmente en el ayuntamiento por motivos de seguridad y restauradas parcialmente. Hasta hace poco tiempo aún vivían ahí los santeros encargados de cuidar la ermita.
Desde la misma loma donde se sitúa la ermita, podemos observar el pequeño mar enmedio de la aridez y el polvo que es el embalse de La Loteta. Y antes un pequeño oasis verde en torno a una charca.
Remontando el curso de la Huecha hacia la montaña mágica del Moncayo, llegamos hasta Añón, un pueblo que siempre me ha gustado su tranquilidad, entorno y arquitectura. En Añón confluyen los barrancos que recogen las aguas del Moncayo y forman el cauce del río.
Conserva aún restos de la muralla que fortificó la villa debido a su valor estratégico. Con un castillo de origen templario.
Adentrándonos en el parque natural de la dehesa del Moncayo, dejamos de lado la estampa sugerente del castillo de Trasmoz y sus míticos aquelarres, podemos llegar por una pista forestal hasta el Santuario de la Virgen del Moncayo. Cobijado bajo una formación rocosa impresionante. Por el trayecto se observan unas fantásticas y amplias vistas del Somontano. Además de observar durante todo el camino como va variando la vegetación.
Siguiendo la carretera sinuosa hacia la vertiente soriana, llegamos a Vozmediano, para ver su castillo, recordando siempre que estamos en tierras fronterizas, y el nacimiento del río Queiles, el otro colector de las aguas del Moncayo junto a la Huecha. Unas aguas que emergen con fuerza a borbotones.
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