miércoles, 1 de agosto de 2007

El molino de Ricla

Una vez más hay que hablar de la destrucción del patrimonio cultural aragonés. Ante la desidia de los responsables que deberían de velar por su conservación. Para algunos, carentes de sensibilidad, les será indiferente o a lo mejor hasta beneficioso. Eran sólo unas ruinas. Pero es un patrimonio de todos, reflejo de nuestro ser, de las formas de expresión humana y su adaptación a las condiciones del entorno. Nos habla del pasado no tan lejano y de nosostros mismos. Si prestamos atención al agua como elemento de desarrollo y parte de nuestra esencia, debemos evitar que un molino de agua sea derruído. No nos podemos escudar en que era propiedad privada, sí, pero lo que expresa era patrimonio común. En una sociedad que parece que sólo presrta atención mayoritariamente al aspecto económico. Hay aspectos intangibles, valores, esencia, para los que hay que contar con un mínimo de sensibilidad.


Foto APUDEPA





El conocido como molino de Cánova, situado a las afueras de Ricla, en la carretera dirección La Almunia, algo escondido por los árboles y detrás de un restaurante. Hoy es sólo ruinas. La destrucción ha sido denunciada por APUDEPA, que por desgracia tiene mucho más trabajo del que sería de desear. El molino databa del siglo XVI. A partir de la concordia entre el señor de Ricla y La Almunia, en 1510. Por la que el señor daba una concesión de agua para regar en la localidad vecina. Gracias a un azud en la acequia de Michén, en término de Ricla, alimentada con aguas del Jalón. Como contraprestación se construye este molino nuevo, dónde había uno anterior menos importante. Se construyó siguiendo el sistema de cubo, hacer un pozo de cantería para aumentar la presión del agua y así el rendimiento. Funcionó hasta la década de los años 60 y 70 del siglo XX, por lo que muchas personas en Ricla lo han conocido funcionando, por lo que el recuerdo y el daño es mayor si cabe. El estado de conservación era deficiente, pero en absoluto justifica una demolición que además parece unilateral por parte de los dueños, no hay constancia de haber pedido permisos para proceder a ello. Se conservan los cárcavos, los huecos donde giraba el rodezno, que son dos bóvedas de cañón labradas en piedra caliza negra, aún hay parte de los ruejos de metal.

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