jueves, 17 de mayo de 2012

Gracias Manolo

De milagro futbolístico se puede catalogar la salvación lograda por el Real Zaragoza gracias a Manolo Jiménez. Más meritorio que las victorias ha sido recuperar anímicamente a un grupo hundido y a una afición resignada a su suerte y que contaba los días que quedaban para el final de la agonía. Se pasó a un "nos iremos a segunda con cierta dignidad", a "una pena que Jiménez no viniera antes, nos habríamos salvado", a creer en la salvación y a estar convencidos de ello. Ha tenido que ser un sevillista el que supiera recuperar los valores del zaragocismo, dignificar la camiseta y el escudo, punto de inflexión la goleada en Málaga, y en general dotar de los valores básicos no solo al equipo sino al club: humildad, trabajo, planificación y sinceridad. Todo ello contrapuesto a Agapito Iglesias y su improvisación, golpes de efectos y moverse por impulsos y no por la reflexión de un análisis previo. Jiménez es el asidero al que se agarra el zaragocismo para volver a ser un club serio. Agapito no es tonto y sabe que su no continuidad provocaría una rebelión social y que Manolo no se cortaría ante la prensa para contar las miserias del club.

Significativa es también la transformación de una afición acostumbrada a otra cosa. Se ha sabido adaptar a lo que hay. Anima más al equipo cuanto peor van las cosas. Siempre que vea esfuerzo y dignificación de la camiseta. Se ha visto reflejada en los valores que ha implantado Jiménez. Aparte de desplazar por segundo año consecutivo a 10.000 personas fuera en el último partido de liga, el mayor desplazamiento de una afición en España. Ver cantando a la Romareda perdiendo 1-4 demuestra lo que es el zaragocismo.Un sentimiento que une a los aragoneses por encima de diferencias.


 



 Otro de sus aciertos ha sido la recuperación física del equipo. Pésima herencia de la pretemporada de Aguirre, al que hay que agradecerle que salvara al equipo el año pasado. Pero este casi lo entierra. Empezando por su empecinamiento por los dos mexicanos, Barrera y Juárez, este último el peor jugador al que he visto vestido de blanquillo. Y su obcecación en defenderlos públicamente aun cargando las culpas a otros. Pésimo mensaje al vestuario. Un hombre que perdió todo el vigor y que su abulia y resiganción trasladó al equipo. Frente a ello Jiménez unió a toda la plantilla, muchos de ellos de paso, cedidos, y los hizo luchar bajo el escudo zaragocista como uno solo.

¡Manolo Jiménez, qué cojones tienes!

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