viernes, 11 de marzo de 2011

Diez años sin mili

Ya han pasado desde que desapareciese ese anacronismo. Un servicio militar que condicionó y amargó la existencia a miles de jóvenes. El presunto paso a ser un hombre solía convertirse en novatadas, servidor de algún superior, hacer peligrar tu vida en maniobras estúpidas y una pérdida de tiempo. Lo único bueno que sacaron algunos fueron amistades y sacarse rápidamente el carnet de conducir. La hombría no se demuestra por saber manejar un arma. Ni por "servir" a la patria. Mientras uno pasa penurias para encontrar un puesto digo de trabajo. Ni por trabajar gratis en la prestación social sustitutoria. Se demuestra siendo un buen tipo. Sin más. Por no hablar en épocas pretéritas donde el dinero servía para evitar el reemplazo, mientras la clase baja iba a morir en guerras coloniales por los intereses de la burguesía.

Poco o nada tiene de nostálgica, ni de valor. Por más que ahora el ejército se haya convertido en una ONG por la paz. Y la mili fuera una simpática época de la vida. En una vergonzosa manipulación. Apología de unos valores rancios. Yo personalmente tuve desde pequeño bien claro que las armas no iban conmigo. Así que entre prórroga por estudios y otra llegó la eliminación de la mili.

Un mérito que se quiere adjudicar el PP y algún otro como un logro propio. No fue su convencimiento sino la lucha de muchos jóvenes insumisos, sus familiares y sus amigos. Mientras muchos de ellos penaban su conciencia y sus valores en la cárcel. ¿Qué tiene de digno para ser recordado el servicio militar? Fue la presión popular y el sacrificio, en un enorme ejercicio de dignidad, lo que acabó con la mili.

Todavía hoy en día cabe luchar por una sociedad desmilitarizada. Donde muchos espacios militares pasen a ser públicos. Donde el gasto militar se destine a I+D, a servicios sociales, a crear empleo. Que falta hace. Que llevan mucho tiempo jugando a las guerras.

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