viernes, 15 de enero de 2010

Juegos Olímpicos de invierno

Los Juegos Olímpicos de invierno hace ya más de veinte años que es una quimera con la que algunos viven bastante bien en Aragón. Se aprovechan de la ilusión que genera en la población un acontecimiento de esa magnitud. Sin contar el fracaso tras fracaso de cada intentona. Simplemente porque no se reunen las condiciones. Hay que tener en cuenta no sólo las pistas para los diversos deportes de invierno sino también las plazas hoteleras y alojamiento, así como las comunicaciones. Para seguir perseverando y viendo por donde les daban el capón, la idea genial que tuvieron fue hacer una candidatura Jaca-Zaragoza, las pistas en el Pirineo y las plazas hoteleras, comunicaciones y palacio de hielo (sic) en Zaragoza, ciudad por todos conocida su tradición en deportes invernales.


Una idea que no cabe sino calificar de disparate y que sólo sirve para que los mismos sigan viviendo a costa del erario público. El impacto medioambiental es demasiado grande y representa un modelo insostenible de desarrollo, en la línea de lo que propugna ARAMON. El desarrollo del Pirineo ha de venir por un apoyo verdadero a la ganadería y agricultura tradicionales, a un turismo de calidad y diversificado entre el esquí, la naturaleza privilegiada (verdadero patrimonio y fuente de riqueza que pretenden destruir) y el patrimonio artístico y cultural. Así como mejorar las comunicaciones, en especial con Francia, pero ese ya es otro tema. No estos globos de los Juegos Olímpicos que no hay por donde cogerlo económicamente. Que gasten ese dinero en lo anteriormente citado y les irá mejor.


Por si faltara algo para calentar más algunos el anticatalanismo, al lumbreras de Jordi Hereu s ele ha ocurrido la misma idea de celebrar los Juegos Olímpicos de Invierno en Barcelona, ciudad si cabe con más tradición que Zaragoza. Citan Turín como una ciudad grande con las pistas en otro sitio, pero ignoran que está a pie de los Alpes. Con la tontería de revivir el espíritu del 92 y hacer los dos Juegos. Una astracanada que tampoco se sostiene. Eso sí, ha servido para que la gente los critique y además con argumentos de que ahora nos tienen que dejar a nosotros que ellos ya tuvieron los suyos. Cuando las opciones de albergarlos son entre una y cero sobre cien. Por no reiterar los problemas económicos y medioambientales. Pero está de moda el papanatismo que ya citamos referente a los de Verano en Madrid. Edulcorando la situación y obviando los inconvenientes.

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