viernes, 30 de junio de 2006

La chavalería y la educación.

Recientemente y durante unas cuantas semanas, tuve la oportunidad de realizar unas prácticas en un instituto cercano a mi casa, precisamente el mismo en el que estudié, donde gracias a las buenas relaciones con algún profesor las pude hacer. Desde aquí les agradezco la oportunidad y facilidades, dado que al existir un problema entre varias bandas (UPV, institutos, Gobierno Vasco y los cambios de ley educativa), desde hace ya dos años no hay prácticas en el CAP de Vitoria. Así que uno si las quiere hacer y ver in situ como está la cosa, debe echar mano de antiguos contactos o ir a preguntar a los sitios y exponerle la situación. La experiencia queda para uno mismo, y si uno tiene la oportunidad de seguir este camino docente, ya que por el comentado problema, no son reconocidas las prácticas.
No hace tanto que pasé mi época de estudiante de secundario y bachillerato, pero noté diferencias apreciables. Los chavales en general son majos, algo descarados en clase, pero si te ven por la calle te saludan con efusión. De entrada el nivel y la exigencia son más bajos, y lo peor es que no hace reaccionar a los alumnos, bajar para que un 4 sea un 5 por ejemplo y que le estimule, sino que se hacen más vagos. Los hay que por trabajo habría que suspender, pero llega el examen y aprueban, hasta con holgura, pero no es un buen ejemplo. También son habituales entregar tarde los trabajos o directamente no hacerlo, un número considerable, porque siempre ha habido algún caso. Lo mismo con no asistir a los exámenes, en mi época era bastante extraño que eso sucediera, se tenía la dignidad de ir aún a sabiendas de que ibas a suspender, porque así veías de que iba el tema, y mostrar cierto interés. Lo sorprendente es que esto pase incluso en mayor medida en bachillerato, donde la asistencia es voluntaria, aunque muchos chavales irán obligados por sus padres. Otros con 16 se irán sin acabar la ESO, quizá con 14 ya habría que diversificar y ofrecer algún módulo que pudiera interesar más al alumno. En mi experiencia no hubo casos graves de violencia, como sí hay en otros sitios, alguna farrucada de un chavalín de 12-13 años es lo más reseñable y en un curso que no visité.
Así dada la situación, no es sencillo el oficio de profesor, no es gratificante por la falta de interés de muchos alumnos, en teoría es bonito enseñar, pero la realidad es otra, como en casi todas las opciones. Tampoco creo que sea peor que estar puteado en una empresa, la situación laboral no es halagüeña, y en lo que salga debe uno agarrarse para ir tirando. En todo caso, hay más frustración en el profesorado por el pasotismo. Se junta unas malas leyes educativas y el esfuerzo cada vez menor de la mayoría, pues sería injusto decir que lo son todos, sigue habiendo alumnos que se esfuerzan. Y eso que en ocasiones que unos pocos acaban arrastrando al resto de la clase a la vagancia. Gente que no para de hablar o estar en otra cosa, que forma círculos volviendo la silla, si elevas el tono, lo elevan ellos. A veces los padres son peores, y echan la culpa al profesor de los suspensos de su hijo. Hay casos que dicen que exigen mucho, hace unos años me habría gustado que lo viera. Uno se da cuenta perfectamente cuando está explicando y pasan de él. Aún así la experiencia ha sido positiva, en el CAP aprendes la teoría, pero es muy recomendable la práctica y ver que hay cosas que no puedes aplicar porque la situación no te lo permite, y enfrentarte a explicar algo delante de los alumnos.
Lo peor de todo es que todas estas circunstancias negativas, hacen que pueda ser una generación perdida o con graves carencias, para mi cicerone particular, no son una sino dos las generaciones. Van a salir con una escasa formación académica, y sin espíritu de sacrificio, esto se demuestra con el estudio, aunque los hay no capacitados para ello y magníficos trabajadores. Pero salvo excepciones la cosa creo que viene así. Van a optar a puestos de baja cualificación, con lo difícil que está el mercado laboral. Es curioso ver como rulan los porros estando la comisaria enfrente sin hacer nada, cada cual es libre, pero si yo consumiera, no lo haría en horas de clase ni de estudio, sino en tiempo de ocio. Y una generación así es mala para el desarrollo de un país, y para ellos mismos. Es muy posible que más de uno madure con los años, pero también es cierto que eso pasaba antes cuando más gente salía mejor encaminada. No me gusta el catastrofismo ni hacer de Pepito Grillo, pero tampoco etar fuera de la realidad. Yo mismo tuve dificultades en alguna fase educativa, pero no dejé de asistir a exámenes, ni de trabajar, por uno mismo.

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