martes, 11 de diciembre de 2007

Artículo Monegros

Interesante artículo de opinión de José Bada, en el Periódico. Doctor en Teología por la Universidad de Munich y licenciado en Filosofía por la de Valencia. Consejero de Cultura en el primer Gobierno de Aragón en 1983, del PSOE. Promovió en 1984 la creación del Seminario de Investigación para la Paz (hoy fundación), de la que es miembro y ponente. Ha sido profesor de Antropología Social en Zaragoza.
Insostenible

Llega la salvación a los Monegros y pronto se construirá una ciudad en medio del desierto, y nacerá el césped donde la ontina resiste y agradece la pisada, donde el tomillo florece con dificultad.

30/11/2007 JOSÉ Bada

Hace años subí por tercera y última vez a San Caprasio con unos amigos. Apenas se decía entonces una palabra sobre el cambio climático, nada contra los pantanos y bastante contra el trasvase del Ebro. No sabíamos qué era un cayuco, ni se llamaba aún calle de Marrakech a la que era ya Conde de Aranda. Nadie se imaginaba todavía la Expo, parece mentira. Y mientras tanto el trigo crecía sin hacer ruido en los Monegros, pastaban las ovejas y se llenaban las balsas en años buenos, los menos. Y en los malos, los más, ya no se hacían rogativas.

ERA UNA TIERRA dejada de la mano de Dios y del gobierno. Desde San Caprasio --la ermita situada en lo mas alto de la sierra de Alcubierre-- solo se oía el grito del silencio y la sequía. "¿Lo escucháis?", les dije a mis amigos. Y ellos: "Sí, lo escuchamos". Después bajamos a las cuevas donde los hermanitos de Jesús se retiraban a pelearse con el mismo Dios, como Jacob durante toda una noche, o con el Diablo como San Antón en el desierto. En las cuevas vimos tiradas por el suelo unas latas de Coca Cola.

¿Y de la Gran Scala, qué? Nada. De "lo más importante desde los tiempos de Fernando el Católico", nada de nada. Es increíble, oye. Pero como lo oyes. Solo ahora, al enterarme, pienso si aquellas latas no serían una señal.

¡Albricias!, llega la salvación a los Monegros. Y como era de esperar llega de los americanos. Ya se ven sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la salvación. Y pronto se construirá una ciudad en medio del desierto, como un beso, y nacerá el césped donde la ontina resiste y agradece la pisada, donde el tomillo florece con dificultad, donde se seca el romero y el esparto, donde crece el trigo en los años buenos, donde se llenan las balsas y se secan en los años malos, donde malviven los pastores y las ovejas... Será otro mundo si Dios lo quiere, o el Diablo, o ese que dice "que el cambio climático lo producen los humos que salen de la cabeza de quienes se oponen a Gran Scala".

Y será un parto sin dolor, una concepción sin mancha ni trampa, todo gratis, un milagro y un auténtico regalo de Navidad. O mejor, puesto que somos laicos, el gordo de la lotería.

Será un paraíso sin serpiente, donde todos gozarán a tope: "Una gran experiencia, no te la pierdas", te dirán los amigos. Y los turistas vendrán de Oriente y Occidente, de Barcelona y de Madrid, de Valencia, de Francia, de todas las partes del mundo, y de más cerca, de Zaragoza, unos como los Reyes Magos a dejarse el oro, y los más jóvenes puede que la vida en el camino de ida o vuelta los fines de semana. Llegarán también los servidores, moros negros, y llegarán para servir que eso es lo suyo. Y los demás a ser servidos.

LOS DEFENSORES de esa utopía --que no ha lugar, aunque parece encontrarlo en Castejón-- nos dicen como el hermano de Bush en su visita a la "república de España" que "no podemos ni tan siquiera imaginar los grandes beneficios" de esa guerra. Estúpido, no todo es economía.

Y si lo fuera: ¿No habría que pensar antes en la reciente escalada del precio de los cereales, congelado durante decenios? ¿Quién va a contener ahora las expectativas de los regantes? También ésta es una sed que habrá que moderar. Pero mucho más limpia y sana que la sed y el desvarío que fomenta el negocio del ocio.

Junto al cambio climático, y no menos grave, hay un cambio del clima cultural que amenaza a la humanidad y a la naturaleza. El agua es vida. Pero el agua es buena si la sed es buena, y si la sed es mala hasta el agua envenena. La sed, el deseo, el sentido, la orientación que damos a la vida es lo más importante. Y los gobiernos, en vez de apalear a la juventud o darle zanahoria para que corra cada vez más sin saber hacia donde, deberían prepararla para vivir en un mundo que ha de ser muy distinto o no será en absoluto. Decía Pascal que los hombres, para ser felices, solo han inventado el ruido y el movimiento. Y eso es lo que se ofrece a los jóvenes: ruido y movimiento los fines de semana.

Que eso es vivir, y lo demás un medio de vida. Pero yo digo --¿ puedo decir algo?-- que eso es una barbaridad. Y Gran Scala un producto típico de un modelo insostenible de desarrollo. No menos que la obesidad, a menor escala.

Un monegrino consorte

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