sábado, 17 de noviembre de 2007

Carta sobre Mularroya

Frente a la gente carente de sensibilidad, que sólo valora en su medida lo monetario y la practicidad exacerbada, hay personas que creen en el goce de los sentidos, y que no valoran un proyecto por los supuestos beneficios económicos, sino los por los humanos. Y que da esa posibilidad a los que vienen en el futuro, no se la arrebata con acciones irreversibles. Carta de Javier Calvo publicada en el Periódico de Aragón.
Cartas al director:
Ricla, 13 Noviembre 2007

*EL PANTANO DE MULARROYA*

El ­o Jalón ya no es lo que era, al igual que ya no lo son el resto de los ríos, aún así­ la estampa de este atravesando el puente de piedra de Ricla sigue siendo bonita, mucho más aún al paso del viejo puente de Kapurnos entre Chodes y Morata con una ribera mejor cuidada. Lo triste es que en Ricla como en otros pueblos ribereños nos hemos acostumbrado a verlo medio seco, pestilente y lleno de suciedad. En estos tiempos de abundancia y de mirar cada uno por lo suyo, nos es dificil recordar el tiempo en el que el pueblo llano se bañaba en el remanso del ­o, los amigos quedaban por la tarde para pescar o se iban a hacer meriendas y a festejar por el pinar de Mularroya, (oasis natural de la comarca a pesar de su abandono intencionado) . Posiblemente los recuerdos se acaben borrando cuando decenas de hectómetros cúbicos de agua del Jalón en lugar de bajar por su cauce natural de Calatayud a Ricla se trasvasan al gigantesco vaso de arcilla en que se quiere transformar el pinar de Mularroya.

Las razones sentimentales para oponerse a un trasvase son tan importantes como las biológicas y las económicas, de hecho si no pesaran tanto, el trasvase del Ebro se habrí­a consumado hace tiempo. Nuestra oposición al embalse es porque además de comprobar que existen alternativas reales que permiten aprovechar los acuíferos sin necesidad de destruir irremediablemente nuestro patrimonio natural, hay cosas que una compensación económica jamás puede pagar, como lo es la vida y la identidad propia que nuestros os y bosques nos han dado a nuestros pueblos desde tiempos milenarios, y las personas que hoy los habitamos sólo estamos de paso y por eso tenemos el deber de defenderlo para nuestras generaciones venideras.

Quizás estas razones sean difíciles de comprender por la gente que no haya vivido aquí y que desde la huerta Murciana, o desde La Almunia esperan las promesas de más agua, más regadí­os y más desarrollismo insostenible, hechos como la grave crisis de la cooperativa frutí­cola Cosanse debería llevarnos a una profunda reflexión social y política. Lo cierto es que las razones de las poderosas empresas que especulan con el agua, con el cemento y con las personas no atienden a sentimentalismos.

Javier Calvo

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